Cientos de desconocidos acudieron hoy al lugar donde fueron encontrados los restos de Ashley Pond y Miranda Gaddis, dos amigas de 13 años desaparecidas hace meses en una pequeña localidad de Oregón, cuya muerte conmocionó a Estados Unidos.
Una verja de seguridad que los investigadores habían levantado en torno de la casa de un vecino de las niñas, Ward Weaver, de 39 años, se convirtió en lugar de peregrinación para muchos estadounidenses, dolidos por la trágica muerte de las muchachas.
Miles de recuerdos, flores, globos, muñecos de peluche y notas, muchas escritas por niños, dirigidas a Ashley y Miranda fueron dejadas en el lugar por conocidos y desconocidos deseosos de expresar sus condolencias.
"Es un terremoto de emociones, queremos acusar a alguien pero no sabemos a quién acusar, queremos gritar pero no tiene ningún sentido, queremos abrazar a Miranda de nuevo, pero no podemos", declaró emocionada a la prensa estadounidense Terri Duffey, tía de Gaddis.
Las imágenes, repetidas frecuentemente por la televisión, recuerdan a las escenas de dolor provocadas en Gran Bretaña por la desaparición de Jessica Chapman y Holly Wells, de 10 años, vistas por última vez el pasado 4 de agosto y cuyos cadáveres no han podido ser identificados aún al 100%.
Ambos casos conmocionaron a pequeñas localidades del interior del país, sacudidas por unos terribles asesinatos presuntamente cometidos por personas conocidas y próximas a las niñas.
Ian Huntley, de 28 años, el portero del colegio de Soham, localidad del centro-este de Inglaterra donde vivían Jessica y Holly, fue acusado del doble asesinato e internado en un hospital psiquiátrico de alta seguridad. Su compañera, Maxine Carr, de 25 años, profesora auxiliar en el colegio de las niñas, fue acusada de obstrucción a la justicia y encarcelada al norte de Londres.
Por su parte, Ward Weaver, el hombre en cuyo jardín en Oregon City (cerca de Portland) fueron encontrados los restos de Ashley y Miranda, vivía a pocos metros de las niñas, amigas de su hija.
Weaver tenía una relación especialmente próxima con Pond, que a menudo se quedaba a dormir en su casa y a la que éste solía llevar a la escuela en su auto. Weaver incluso afirmó haber albergado a Ashley durante varios meses el año pasado mientras el padre de la niña se encontraba encarcelado por haberla violado.
El verano anterior Pond había acusado a Weaver de molestarla sexualmente, pero éste desmintió las acusaciones y nunca fue formalmente inculpado.
La niña no era la única en afirmar haber sido víctima de la violencia de este hombre, que previamente había servido tres años de prisión por haber golpeado a la niñera de su hijo con un pedazo de cemento y cuyas dos ex esposas lo acusaron de violencia doméstica.
"No confiaba en él. Sé que es capaz de matar porque antes intentó matarme a mí", explicó a la prensa Christie Karsten, una de sus ex mujeres.
La última en acusarlo fue la novia de 19 años de su hijo Francis.
En la noche del pasado 13 de agosto, la muchacha salió corriendo de la casa de Weaver, desnuda y aterrorizada afirmando que el hombre la había violado e intentado matarla.
Fue a raíz de esta presunta violación, por la que Weaver se encuentra encarcelado en espera de juicio, que su hijo Francis denunció a la policía haber oído decir a su padre que había matado a Ashley y Miranda.
"Estoy seguro" de que las mató, afirmó Francis Weaver a la televisión estadounidense, declarándose dispuesto a testificar contra su padre. "Odio pensar que soy el hijo de un hombre así", agregó.
El propio padre de Weaver, Ward Francis Weaver Jr., se encuentra condenado a la pena de muerte en California después de que en 1982 secuestrase a una mujer, a la que violó durante días y finalmente asesinó antes de enterrarla en el jardín de su casa.